Educación: la juventud en su laberinto

La educación es la única solución a la encrucijada de nuestros jóvenes que serán adultos mañana y no contarán con las herramientas necesarias para desarrollar un proyecto de vida y romper con el círculo de pobreza.

 

por Marcelo Miniati

 

La escuela pública, que en otros tiempos fue el gran motor del desarrollo sostenible de nuestro país, hoy no genera las condiciones para poder transformar realidades e igualar oportunidades. En Argentina solo el 60% de los jóvenes termina en tiempo y forma la escuela secundaria. Estas cifras empeoran a medida que uno hace foco en las poblaciones más vulnerables de la sociedad. En los sectores más pobres, solo lo logra el 37,5% de los jóvenes. Es preciso destacar también que para ese porcentaje que sí logra obtener el título secundario, las cosas tampoco son fáciles. Su nivel educativo no es suficiente como para ingresar en la vida adulta de manera plena: El 52% de los egresados de la escuela secundaria muestra dificultades para la comprensión de textos. Este combo tiene como consecuencia que 2.6 millones de jóvenes (más del 40% del total) tengan problemáticas socio-laborales.

Las principales dificultades que enfrentan los jóvenes de Argentina son: el trabajo informal, la falta de un proyecto de vida (los estigmatizados NiNi) y la desocupación. Estos tres indicadores de fragilidad social, a los que voy a hacer referencia a continuación, tienen como denominador común la ausencia de la institución escuela, que, aunque universal y obligatoria, no forma parte de la vida de muchos de estos jóvenes. De esta manera, se crea el siguiente laberinto para una gran parte de nuestra juventud: mientras mayor sea la vulnerabilidad socio económica del joven, menores serán las oportunidades educativas para encontrar la salida.

La informalidad laboral aglutina al 58,3% de jóvenes que trabajan. Este grupo de jóvenes está atravesado por la crisis de nuestra educación y la pobreza. El 66% de los jóvenes trabajadores informales provienen de hogares que se ubican entre los dos primeros quintiles de la distribución del ingreso per cápita familiar. La mitad de los jóvenes informales no terminaron la escuela secundaria y esto genera una participación temprana en el mercado laboral con condiciones precarias. Entonces, la población con mayor vulnerabilidad, a la cual la sociedad en su conjunto debería acompañar, no cuenta con las herramientas necesarias para modificar su realidad.

En argentina hay 1 millón de jóvenes que no estudian, ni trabajan ni buscan. Los popularmente conocidos como NiNi. Sobre este grupo pesa una profunda estigmatización y falta de comprensión aduciendo que en la mayoría de los casos es por voluntad propia esta situación. Cuando uno empieza a desglosar las características de esta población descubre que la condición está impulsada por la alta vulnerabilidad y, una vez más, la falta de oportunidades educativas. Este grupo de jóvenes se conforma mayoritariamente por mujeres, el 82% pertenece a hogares que se ubican en los dos quintiles más bajos del ingreso per cápita familiar y el 56,5% no finalizó la escuela secundaria.

La maternidad/paternidad adolescente es una de las principales causas de abandono escolar entre las mujeres y de temprana exclusión del mercado laboral. Esto afecta principalmente a las mujeres en situación de vulnerabilidad porque 7 de cada 10 madres jóvenes pertenecen a hogares de bajos ingresos.

Por último, el desempleo joven está situado en casi un 25% y supera por más del doble a la media nacional. Pero estas menores oportunidades por ser joven se vuelven mayores si el joven nació en un hogar donde los ingresos están por debajo de la línea de la pobreza: Un joven pobre tiene el doble de chances de estar desocupado.

Lo llamativo de este segmento es que, comparándolo con los jóvenes en situación de informalidad laboral y los NiNi, son el grupo con mayor tasa de terminalidad escolar y la gran mayoría tuvo una ocupación anterior. Esto marca que en Argentina, cada vez más, el egreso efectivo es una condición necesaria pero no suficiente para el empleo formal. Se requieren otro tipo de habilidades de índole socio emocionales para que el egresado cuente con herramientas que favorezcan una inserción al mundo adulto con plenos derechos y responsabilidades.

Los generadores de empleo cada vez más destacan y seleccionan candidatos con habilidades blandas que giran en torno a una mayor capacidad de adaptación, de trabajo colaborativo, de auto conocimiento y responsabilidad. Es fundamental que la escuela pública impulse las mismas para promover la igualdad de oportunidades y el éxito laboral de los futuros egresados. Estas habilidades permitirán generar las condiciones para que puedan prepararse para el futuro laboral y más aún en un contexto donde se desconocen los empleos del futuro.

Está claro que estamos en deuda con los jóvenes, con el futuro de nuestro país y que este es un desafío urgente que debemos atender. Pero es preocupante que la sociedad no sitúe la crisis educativa como el gran problema para el desarrollo sostenible. La educación es la única solución a la encrucijada de nuestros jóvenes que serán adultos mañana y no contarán con las herramientas necesarias para desarrollar un proyecto de vida y romper con el círculo de pobreza.

(*) Director Ejecutivo de Cimientos, licenciado en Economía de la Universidad Católica Argentina.