Carlos Daniel Tramutola

 

El preocupante deterioro en el que se encuentra la educación, principalmente la educación secundaria, y el despertar de ciertos sectores de la sociedad civil reclamando soluciones a sus gobernantes me llevan a pensar que por fin ha llegado el momento en que la sociedad y sus dirigentes darán prioridad a hacer todo lo necesario para revertir la larga decadencia de la educación en nuestro país.

La decadencia de la educación se refleja en el nivel secundario, donde solamente el 39% de los estudiantes que ingresan en primer año egresan en tiempo y forma. Esta situación se agrava en las poblaciones con menor nivel socioeconómico, en donde el porcentaje de egreso desciende a un 23%. Con este escenario, será muy difícil para estos jóvenes romper con el círculo de la pobreza que se repite de generación en generación dentro de sus familias. Pues, si bien el título secundario (con la baja calidad de nuestro sistema educativo de hoy) no es suficiente para una inserción plena al mundo adulto, sí es necesario para acceder a empleos formales y de mayor calidad. Los índices de diferentes pruebas estandarizadas demuestran que los estudiantes argentinos no obtienen buenos resultados en comparación a la región y que los estudiantes de contextos vulnerables son los más perjudicados. A la baja calidad de aprendizajes académicos adquiridos, se le suma la falta de desarrollo de habilidades socioemocionales en los estudiantes, tan imprescindibles para el mundo de hoy y para los escenarios aún no imaginados del mañana.

 

Este panorama está generando que los proyectos de vida de millones de jóvenes argentinos, donde más de la mitad sufren la pobreza, estén quedando truncos. Los jóvenes son el rango etario con mayores problemas socio laborales: el desempleo triplica la media nacional, la informalidad supera por diez puntos porcentuales el promedio del país y existen más de un millón de jóvenes, la mayoría mujeres que realizan tareas de cuidado en su hogar, sin estudiar y sin trabajar. También es preocupante que, aun habiendo egresados, tienen dificultades para lograr un empleo formal y de calidad.

Recientemente se han expuesto ejemplos concretos de empresas que no encuentran egresados del secundario con capacidades suficientes para llevar adelante la tarea disponible. La Argentina, además de un problema de demanda laboral producido por más de una década de estancamiento económico, está también ante un problema de oferta laboral. Llegado el momento de la reactivación económica, debido a la crisis educativa, no tendremos jóvenes capacitados para llevar adelante las tareas que requerirán las búsquedas laborales. Y todo esto ocurre en un mundo que desarrolla vertiginosamente nuevas tecnologías y que cambia constantemente las habilidades necesarias para el trabajo. Por ello, no avanzar en este contexto, es retroceder.

Lo llamativo es que este crónico y constante deterioro, que la pandemia visibilizó y potenció, se da en un entorno donde no existen impulsores con poder real de una educación mejor. La doctora Guillermina Tiramonti, en un artículo publicado en La Nación el 11/08/2021, es clara al respecto. Ni dirigentes políticos, ni docentes, ni sindicalistas, ni las familias de los estudiantes, ni los ciudadanos comunes (todos los sectores con honrosas excepciones) han levantado las banderas de una educación de excelencia, ni han peticionado a los responsables de hacerlo efectivo con suficiente fuerza colectiva. Cuando sucedió, fueron acontecimientos aislados atados a la coyuntura y sin una mirada integral a mediano y largo plazo.

 

Las encuestas muestran sistemáticamente que la educación no está entre las cinco primeras prioridades de la sociedad, pero algo está cambiando: la situación a la que la educación ha llegado, el alto nivel alcanzado por los índices de pobreza, la falta de trabajos formales sobre todo para los que menos han tenido acceso a la educación y el agravamiento de todo el cuadro como consecuencia de un largo período sin presencialidad en las escuelas, hacen una combinación que ha sensibilizado a algunos sectores de la sociedad y ha promovido su participación pública. Lo mismo se puede decir de las diversas expresiones en los medios de difusión y las iniciativas de la sociedad civil desarrollando organizaciones que puedan contribuir en distintos aspectos de la gestión educativa.

El país vive una situación de crisis multidimensional de gran magnitud. Pero ni la pobreza, ni la falta de trabajo, ni los bajos niveles de producción y de exportaciones, por dar algunos ejemplos, se resolverán en forma sostenida en el tiempo si no contamos con un sistema educativo que provea educación de calidad para todos independientemente del lugar de nacimiento. Por lo tanto, la educación debe estar entre las principales prioridades de los dirigentes y también de los ciudadanos que se expresan de distintas formas y que tendrán una buena oportunidad al votar en las próximas elecciones legislativas.

Miembro fundador de la Fundación Cimientos e integrante de su comité ejecutivo

Carlos Daniel Tramutola